......reflexiones y desvaríos de un desarrollador de software..........

26 enero 2007

En propiedad

Hace algún tiempo, deje aquí constancia de mi interés y a la vez tortura de adquirir una vivienda. Como advertí entonces, la búsqueda no iba ha cesar…hasta el pasado mes de diciembre….

Miércoles, 13 de diciembre de 2006. 09:55 am. Bilbao.

-"No paras quieto, ¿tienes frío, o estas nervioso?" - Me pregunta mi novia, sabiendo de antemano la respuesta.
-"Un poco de las dos cosas. Bueno, vamos subiendo, que ya es la hora"- respondo.

Nos encaminamos hacia el ascensor de un edificio de oficinas cercano a la plaza Moyua. La cuarta planta era nuestro destino, concretamente, la notaría que allí se encuentra. El ascensor no llega, y el nerviosismo hace que después de pulsar tres veces no consecutivas el botón de llamada, empiece a pensar que algo debe de estar fallando, ha pasado demasiado tiempo y el ascensor no llega.

-“Joder, ¿pero cual es el mecanismo que mueve esto? ¿Un mono y dos poleas? Es lentísimo.”-cada segundo de demora de aquella maldita máquina era una inyección directa de cafeína en mi sistema nervioso.

-“Tranquilo, que ya llegará.”-Trataba así de sosegarme mi novia, que ya está curtida en estos ataques míos, y sabe llevarme a la perfección. Finalmente, optamos por subir andando.

Al entrar en la notaría, lo primero que me salta a la vista es lo bien vestido que va todo el mundo, excepto yo, claro. Me imagino al speaker…”Por la puerta numero dos llega Tr0Y. Luce unas…..mmmmmm….llamativas playeras naranjas y verdes, perfectamente combinadas con un vaquero con roturas, aunque no parece que fuera así de compra, y una informal camiseta con dos personajes de Pulp Fiction…….pedazo friki”.

-“Hombre, ya habéis llegado.” – Nos saluda Julián con una inevitable sonrisa.
-“Que hay Julián.” – y apretón de manos de rigor.

Julián es un agente inmobiliario de aspecto y trato bonachón. El aspecto perfecto para su trabajo, que trata de poner de acuerdo a la gente para comprar o vender según sus propios intereses. No se lo tengamos muy en cuenta, es su trabajo, y dentro de lo que cabe, Julián no es el peor con el que he tratado, ni mucho menos. Un comercial más.

Al cabo de poco tiempo, aparece de entre bastidores Miguel, el vendedor, hablando con este y con aquel, como si estuviera en su propia casa. Miguel es un tipo particular. De aspecto, joven y desenfadado, aparenta muchos menos años de los que tiene. Hombre de éxito entre las mujeres, así lo atestigua la interminable lista de fámulas con las que se deja ver, según comentan. El cabrón no deja títere con cabeza.

-“Que hay chavales, ¿vamos pasando a la sala de reuniones?”- nos comenta Miguel, con otra maravillosa sonrisa. Parecía como si las regalasen, pero la señora intranquilidad se había llevado la mía.
-“Si, vamos”- Contesté, pero mis pies no se movían. Tenía una sensación algo extraña, al ver que Miguel, se tuteaba con varias personas de aquella notaría. Notaría que había sido elegida por la directora de mi banco, banco que me recomendó mi jefe por tener una suculenta oferta, oferta que yo me tragué con todo el tinglado, toda la gente de aquella oficina eran actores, que digo oficina, aquello era un plató, una farsa, todo y todos estaban confabulados para joderme, para sacarme la pasta, ¡cabrones! ¡no os llevareis mi dinero!

-“Venga Tr0Y, vamos”- me dijo mi novia, con cara de serenidad. Tal vez no lo estuviera tanto, y conociéndola seguro que estaba igual que yo, pero al estar histérico perdido como estaba, en aquel momento me pareció la mismísima reencarnación de Buda. A mi me valió para serenarme un poco, y recapacitar.

-“Pero que te van a quitar a ti, desgraciado, si no tienes donde caerte muerto, ¿ese puto coche de 14 años?...por Dios, tranquilízate y no hagas el ridículo.”- me dije a mi mismo.

Entramos en la sala de reuniones. Decorada de una forma muy elegante, demasiado para mi gusto. Papel a rallas en las paredes, sillas acolchadas, una mesa de madera de corte clásico. Me recordaba la decoración de esas casas que salen en las películas que pertenecen a actores, políticos, o grandes empresarios jubilados. Elegancia y glamour de los 80, que deja entrever que algún día allí hubo fortuna y gloria, pero que ahora solo muestra vejez, melancolía y ruina.
Allí no paraba de entrar gente, con sus trajes y su sonrisa bien puesta “Este, este debe ser el notario”, y entraba otro “ah pues no, igual este otro”, al final no sabía por cual decidirme, y mientras yo me abstraía en mis dilucidaciones detectivescas para encontrar al ladrón, comenzaron a avasallarnos con mil y una hojas, talones, cifras y mas hojas. Sinceramente, tuve que hacer un esfuerzo para seguir el hilo de todo aquello, porque cada uno iba a lo suyo pero todos venían contra mí, en orden pero sin tregua.
Finalmente, llegó el momento de firmar las escrituras, y solo entonces y no antes, entró un hombre cano por la puerta, corpulento y con cara seria y aburrida, de lo que para él, sería una situación monótona. Definitivamente, aquel hombre era el notario. Leyó las escrituras, con el desdén de aquel que sabe de memoria lo que pone antes de leerlo.

-“mmmeeennaananí nananí….Tr0Y adquiere…….nananí, tararí….Miguel vende y obtiene el pago…..etc, etc, etc… ya está. Donde esta mi dinero”- Después de firmar levante la vista y ya no estaba. Supongo que marchó a su despacho a seguir con el meticuloso escrutinio de cada bello de sus gónadas, la tarea a la que más tiempo debe dedicar este personaje.

A partir de ese momento, ya era copropietario de una vivienda. Todos los allí presentes nos felicitaron, y nos estrechaban la mano y sonreían al mismo tiempo. Tal vez aquel era el trabajo de todos aquellos bufones bien peinados, porque yo no les vi hacer absolutamente nada aparte de sonreír y hacer bromas carentes de toda gracia. Cada día me doy mas cuenta de que me he equivocado de trabajo.

Al salir, bajamos en ascensor. Después de todo aquello, yo ya estaba en niveles de relajación estables, y la relación velocidad-tiempo-ascensor parecía haber vuelto a la normalidad.

Después, más tramites. Luz, agua, gas y pagar la comisión de Julián, el agente inmobiliario (no hay duda, mi trabajo es una mierda, y esta mal pagado).
Miguel es un hombre muy perfeccionista, o tiquismiquis, como prefiráis, y pese a que todos aquellos trámites se podían sentenciar con unas simples llamadas telefónicas, él prefería hacerlo todo en persona y dejar todo atado, y bien atado. Contra todo pronóstico, este episodio no se me hizo nada pesado. Yo ya estaba más relajado, y mientras nos movíamos de una oficina a otra, Miguel nos iba relatando las vivencias que ha tenido en aquel piso, poniéndonos al día sobre la vecindad, y demás detalles que podrían resultarnos interesantes.

Solo quedaba lo más importante, la entrega de llaves. Quedamos en el piso, lo recorrimos junto a Miguel, reconociendo que todo estaba en condiciones, y entonces Miguel se marchó, y nos dejó solos, a mí y a mi novia, en nuestro piso. Ese preciso instante lo recordaré por siempre, como uno de los momentos más intensos de mi vida.


Salu2. Tr0Y


PD: En post posteriores tal vez defina un poco la casa, su localización y estructura. Por hoy ya es bastante.

10 enero 2007

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